Travesía Oaxaca

Hemos vivido tres días maravillosos.
Inolvidables.
Intensos.
Cargados de experiencias, preguntas, cariño y enamoramiento por este país mágico, bello y complejo donde tuvimos la suerte de nacer y estar creciendo…

Los aromas envuelven cada recuerdo.
Aromas a cacao, a maíz, a leña abrazada por el fuego, a café listo a las seis de la mañana, a escuincles que no paran, y sudan, y se abrazan y bailan en la explanada central de la vieja ciudad zapoteca….

Hemos extrañado a Enid, a Newt, a Ikky, Liam… sabemos que Luis, Noel, Fer y Pato la habrían pasado genial acá…

Pero poco.
Porque la verdad no da tiempo de extrañar.
El tiempo rinde el triple los viajes, se extiende, alcanza para aprender tanto!! Los sentidos se abren, los detalles sorprenden, despiertan ese órgano del asombro que a veces la cotidianidad adormece…
Y henos aquí, con la mirada encendida por la cantera verde -que descubrimos brilla casi fosforescente con la luna y la lluvia de la noche- con los mensajes escritos con espray en las paredes “Oaxaca resiste”, “no al extractivismo”, “palestina libre”, “la minería mata”, “justicia para Marielita”, la gráfica sin palabras también a detenido nuestros pasos varias veces… sobre todo siluetas, ojos, manos, caras con paliacate o pasamontañas.

La vista de montañas desde la camioneta donde escribo tiene absorto a Chava, va más concentrado que si viniera viendo una película… nubes, montañas, cascadas, estrellas azules sobre el suelo cuyo jugo se convertirá en mezcal y alegrará las fiestas.

¡Ya vimos fiestas!
Calendas celebrando bodas y graduados entre trompetas, tambores, muñecos gigantes de telas de colores, vestidos bordados, flores, inundan la calle, los ojos y las memorias de cientos de celulares de paseantes…

Esto que estamos viviendo es un verdadero testimonio de que el aprendizaje libre, el trabajo de organización para ser una comunidad autónoma, da frutos…

Mucho mayores a un certificado, mucho más valiosos y profundos a la tranquilidad de estar dentro de la corriente y permanecer en lugares comunes…

Que sí.
Que otro mundo ya existe.
Que otras maneras de aprender -sin competir, sin calificar, sin imponer- existen.
Aunque cuesten trabajo, mucho esfuerzo y cierta incomodidad algunas veces.


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