Reencontrarnos en el espacio público
Aclaratoria: Se planeó que el día 24 de septiembre de 2020 se realizara la primera “travesía” de los chicos después de la declaración de pandemia por COVID-19.
Aprovechando que en días pasados había sido la conmemoración del aniversario de la independencia mexicana se propuso hacer un recorrido por el primer cuadro de la ciudad buscando los vestigios arquitectónicos y monumentales que daban cuenta del origen colonial de nuestra ciudad así como de las reminiscencias de esa historia que se cuenta a medias pero sirve para reafirmar los mitos fundadores y el nacionalismo.
Volver al espacio público en la actual situación sanitaria y social planteó varios retos que, bien resueltos, daban un poco de esperanza para la rearticulación de una vida posible donde coexista el riesgo/cuidado y el retorno a actividades que habían formado parte de nuestro cotidiano previo a la pandemia por COVID-19. ¿Cuáles eran esos retos? (1) que los padres estuvieran de acuerdo en que sus hijos asistieran (2) asegurando que habría medidas de cuidado sanitario durante toda la actividad, (3) así como un grupo que acompañara y (4) que se considerara como un ejercicio consciente de reapropiación del espacio público.
Los comienzos
Los chicos empezaron a llegar al lugar de encuentro con anticipación. Algunos de ellos no habían asistido a actividades presenciales previas y el reencuentro era muy esperado, hubo algunos gritos de emoción (todos con cubrebocas) y algunos abrazos furtivos donde trataban de alejar sus rostros. Todos estábamos un poco ansiosos por lo que significaba volver a salir a las calles, volver a caminar por espacios que habíamos abandonado pensando que sería algo momentáneo y hacerlo juntos. Algunos comentaron que no se acordaban de la última vez que habían ido al centro, ni siquiera en coche. Cuando el grupo estuvo casi completo se dieron las indicaciones y las reglas de la “travesía”: nunca alejarse, mantenerse dentro del grupo, prestar atención al entorno y no retirar el cubrebocas a menos que fuera tiempo de comer y hubiera espacio suficiente para mantener “la sana distancia”. Después de eso emprendimos camino. Los chicos caminaban con buen ritmo y el grupo que acompañaba iban al pendiente de los cruces de calles, de los demás peatones y poco a poco distinguimos los murmullos propios de las pláticas y aquellos que podían ser señal de alerta. Las “travesías” se arman entre todos, quien tiene algo que aportar sobre los elementos que estamos viendo lo hace y permean las interacciones horizontales en la construcción de la experiencia. Vamos juntos. Hicimos varias paradas pequeñas antes de llegar al objetivo principal, la plaza de los fundadores detrás del teatro Degollado. El templo del Refugio, casas del porfiriato, baldosas, mercados y capillas fueron descubiertas y devoradas con los ojos ávidos de muchos de los chicos. Cuando tocar con las manos ya no es una opción aprendemos a hacerlo con otras partes del cuerpo/sentidos. Nuestra primera parada que requirió sentarnos y observar con más detenimiento fue entre la prepa Jalisco y la secretaría de cultura, ambas albergadas por edificios importantes para entender el proceso de cambio social que implican las ciudades. Los espacios físicos se constituyen así porque son primero espacios sociales que se resignifican continuamente de acuerdo a los usos que se les van dando. Los chicos reflexionaron al respecto, hicieron preguntas y quisieron saber por qué las cosas cambian.
Seguimos con nuestro andar. A un par de cuadras nos encontramos con el mercado Corona y aunque no estaba planeado hacer una parada ahí, fue necesaria, se habló de los incendios que había sufrido para entender la actual edificación, lo que eso implicó para los locatarios, quién fue Ramón Corona y, como dato que nunca falla, se habló de cómo, previo al mercado, en esa plaza se habían llevado a cabo ejecuciones. Los chicos se acercaron a un mural en honor a Corona que está en el exterior del edificio y leyeron las placas que les fueron posibles. Seguimos, ya se podían apreciar las cúpulas de la catedral. Dado que se están llevando a cabo obras de remodelación y restauración en las plazas de la cruz de plazas, no pudimos entrar a ellas y algunas, como la plaza Guadalajara, ni siquiera pudimos verla, sin embargo, eso no nos detuvo y se habló sobre la historia de las mismas y los significados que contienen para comprender la configuración de la ciudad y sus emblemas. También vimos la catedral, de cerquitas y teniendo que levantar el rostro lo más que se podía para apreciar las cúpulas dispares y esa fachada tan familiar. Después caminamos unos metros para escuchar sobre la plaza de armas, la historia del quiosco y el escozor que causó en los tapatíos de ese entonces. Se les comentó a los morros cuáles autoridades gubernamentales habitan cada uno de los edificios de la zona y seguimos por un costado de la plaza de la liberación. Aunque muchos sí conocían el centro histórico de la ciudad, recorrerlo en la actual situación y acompañados de sus pares hizo que la experiencia fuera novedosa y les permitió ir tejiendo narrativas alternas donde esos edificios no solo eran eso que se les estaba contado sino las vivencias que habían tenido ligadas a ellos; haber bailado, asistido a conciertos, festejado y paseado con sus familias.
Realizamos otra parada frente al teatro degollado para que pudieran admirar el inmueble y los diferentes elementos de su fachada, así como otra perspectiva de la plaza de la liberación, la cual estaba cerrada. Después caminamos por un costado hasta llegar a la plaza de los fundadores que, aunque estaban realizándose obras en ella, era nuestra meta. Muchos de los chicos estaban cansados por la caminata de casi 25 cuadras así que tomamos un receso para comer y descansar un poco antes de las actividades planeadas para trabajar el tema de la fundación de Guadalajara.
Habitar los espacios públicos implica habitarlos de todas las maneras posibles y cómo cada sujeto o grupo considere adecuado. Los chicos participaron en un rally que por un rato hizo que la dinámica de la plaza cambiara pues estaban corriendo por la explanada y buscando entre los árboles y debajo de las bancas, conversaron con personas que estaban pasando el rato a la sombra de los árboles y sus risas y gritos se escucharon por encima de los taladros que estaban perforando las losetas de concreto. Trabajar con morros, y particularmente con estos morros, requiere reeducar los sentidos. Las estridencias se resignifican y en lugar de ser molestas se vuelven señal de convivencia y dejar ser, de chicos cómodos que no te conciben como un adulto que constriñe sino que acompaña. Ambas partes aprendemos, a nuestro modo, cómo construir un espacio de interacción que permita el descubrimiento y desarrollo personal sin importar la edad; el “estar” es permitirse entender cómo se puede ser un sujeto que cuestione y proponga nuevos haceres que rompen con dinámicas útiles para el sistema pero no para la satisfacción personal.
Volver a encontrarnos seis meses después de que el confinamiento hubiera empezado fue una experiencia que más allá de los aprendizajes que pudieron adquirir los chicos en ella nos demostró a los adultos que están aprendiendo a lidiar con la situación y podrán con los retos que ésta plantea. Chicos que su manera de relacionarse era la cercanía y el contacto físico han generado otras dinámicas que desde la sana distancia les permiten acompañarse de múltiples maneras en “la nueva normalidad”.
Después de un rato y pese a los inconvenientes que causaron los cambios en la plaza, la actividad se concluyó, dada la hora, lo poco amigable que es el centro histórico por su falta de árboles y el polvo de concreto que se producía por las obras, decidimos regresar para tener la charla de cierre en un mejor espacio. Emprendimos el camino de regreso cansados pero felices. Vimos más casas y banquetas y todo lo que pasa en ellas.
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